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jueves, 9 de diciembre de 2010

Que viva el silencio y que viva el sonido de los libros

Hoy Cristián Warken escribió una columna, titulada "La revolución silenciosa" donde manifiesta su valoración por el silencio y lo mucho que se esconde a ese señor silencio. A mi me quedaron sonando sus palabras sobre todo cuando propone que en lenguaje se enseñe sobre el silencio, que en música se enseñe sobre el silencio. Creo que en todos las asignaturas de la vida deberíamos aprender del silencio, reconocer el silencio como uno de los ingredientes esenciales para la creación humana, para el desarrollo del intelecto, para el descanso y para el compartir. ¿Qué es más profundo que compartir con una persona un momento de silencio? En las alegrías y en las penas, el silencio está, como sístole y diástole, son dos de una unidad indivisible.
En silencio leemos, en silencio soñamos. Podemos después comentar, hablar, relatar y compartir lo que hemos pensado, aprendido, reflexionado, pero el acto de la lectura está totalmente acompañado del silencio. Mientras escribo esto no estoy en silencio: escucho el teclear de mis dedos, los acordes de un buen bajo en una melodía de jazz, a Paulina que abre una llave y a un bus del Transantiago, en cuarto plano. Pero luego pondré off a todo, y podré disfrutar de mi lectura, en silencio, para después contar porqué el caballero de la noticia que leeré piensa lo que piensa. O puede que me lo cuente a mi misma, en silencio, y me quede con la melodía de las palabras que leí y pensando en el color del silencio, que para mí, es verde.

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