En las primeras páginas de un diario de circulación nacional se publicó ayer una columna llamada La Plaza y el Libro. En ella, su autor, rememorando las memorias del escritor Stefan Zweig, habla de la comunión de las plazas y de los libros, de cómo se avienen tan maravillosamente que constituyen un espacio que se transmite de generación en generación, como un placer innato transmitido genéticamente.
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(Derechos libres, sxc.hu) |
Esta columna me hizo pensar en otros maridajes, porque si hablamos de matrimonios de "el libro", reconozco una evidente poligamia: ¿Cómo no valorar la lámpara y el libro? ¿La vela y el libro? ¿La almohada y el libro? Y los trenes, c¿Cómo no traer a colación viajar en tren y leer?
Que vivan todos los objetos y espacios que hacen de la lectura un acto aún más placentero.
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